Diario de cabotaje

La Versalita, 16.11.25

Hoy me gustaría recomendar la reedición en la editorial Cátedra de una novela de unos de mis escritores preferidos, el austríaco Thomas Bernhard. La novela es Maestros antiguos, publicada en 1985 y que en España hemos leído y releído gracias a la traducción de quien a su vez ha traducido toda su obra, el impagable Miguel Sáenz en el sello Alianza. En esta reciente edición de Cátedra, a cargo de Javier Aparicio Maydeu, se mantiene la traducción de Sáenz, pero ignoro por qué ocurre aquello que dijo otro escritor, que lejos de ser mi favorito es uno de mis grandes detestados, Juan Ramón Jiménez: que los libros, en ediciones diferentes, dicen cosas distintas. Me sigue pareciendo una obra maestra absoluta, sólo que de una nueva forma.

La novela, como dice probablemente el escritor que más sabe en España de Bernhard, José Antonio Montano, es una de las mejores obras de Bernhard para acercarse a su obra, que no es precisamente del nivel estético y prosístico de David Uclés, porque, según Montano, aquí alcanza el austríaco la perfección de su arte, gracias a eso que llama la ligereza: la tragedia de la vida, dice Montano, tan presente en toda la obra de Bernhard, se aligera de un modo casi humano, demasiado humano. Se incluye al parecer esta novela en su trilogía del arte, junto con El malogrado y Tala.

¿Pero de qué va Maestros antiguos, si es que tenemos que decir de qué va una novela sobre el arte, la vida, el amor y la muerte, los temas más importantes? La novela está narrada a través de la voz de un académico que recuerda las ideas de Reger, un musicólogo que durante 36 años visitó el Museo de Historia del Arte de Viena para criticar el arte y a los historiadores del arte. El libro presenta una reflexión sobre la senectud y una crítica radical a las obras maestras del arte, consideradas como un pilar de la perfección que, según Reger, en realidad invalidan el arte y nos dejan solos. La novela aborda la vejez y la soledad a través de las reflexiones de Reger, quien considera que la compañía de los grandes maestros no puede sustituir a nadie y que terminamos solos. La novela encierra también una acerada crítica a los historiadores del arte que podría ser algo parecido a lo que él pensaba de los críticos literarios. La novela también es una crítica a la sociedad austriaca, el Estado y la estupidez universal, pura superficialidad e hipocresía. El protagonista es Reger, un musicólogo y crítico de arte que pasa sus días en un museo observando y criticando a los “Maestros Antiguos”, figuras del arte clásico y renacentista. El narrador es Atzbacher, un académico que escucha las diatribas de Reger y las relata en el libro: lo de casi siempre en él: un monólogo dentro del monólogo de otro. El estilo narrativo de Bernhard, ya se sabe, se caracteriza por el flujo continuo del discurso, la reiteración o ritornelo y el laberinto verbal, lo que crea una experiencia literaria única que, eso sí, admirará a los buenos lectores y espantará a quienes creen que es gran literatura tanto Maestros antiguos como La península de las casas vacías.