Sanchos, tristezas y bestias
Releo el Quijote por segunda vez, y lo hago ahora en el que ya es conocido como el Quijote de Trapiello, puesto al castellano actual y en una cuidada edición de Áncora y Delfín. Qué delicia.
He leído muchos libros (posiblemente lo que mejor sé hacer) y soy firme defensor de la novela negra, pero pocos son tan adictivos e imposibles de dejar como éste; con ninguna lectura que recuerde me he olvidado de cenar y con ninguna he hecho caso omiso del timbre de las guardias de la botica. Releo la segunda parte de este monumento literario, como digo, y lo hago alternando con él la literatura científica a la que un profesional de la sanidad está obligado. Es éste en concreto un artículo de farmacología empleada en psiquiatría y de neurociencia, en el que los autores, alarmados por el uso y abuso de psicótropos y antidepresivos, nos alertan de que empiezan a diagnosticarse como trastornos mentales rasgos del carácter de una persona que era considerada normal hasta, como quien dice, ayer por la tarde. El psiquiatra que lo escribe nos alerta de que él mismo, que se tiene como un individuo sano a sus setenta años, encajaría dentro de cinco de los nuevos trastornos incluidos en la guía de estos profesionales de la salud mental, entre ellos el Síndrome del Comedor Compulsivo, dado lo mucho que le gusta tomar gambas y bistecs los domingos y festivos.
Es raro la mujer (también los hombres, aunque en menor número) que al pasar de los cincuenta años no consuma un ansiolítico o un antidepresivo, cuando no los dos juntos. Es obligatorio preguntarse: ¿qué hacía la gente antes? ¿Cómo se las apañaba la humanidad cuando la gente moría tan pronto, la vida era tan cruel y los niños no solían llegar la mayoría a la vida adulta? Un mundo que era horror, guerra y fanatismo, ¿de qué manera progresó sin la ayuda de Prozac y Lexatin? No aceptamos que el mundo es como es, y tampoco aceptamos ningún grado de dolor ni de tristeza. He visto medicar a un joven con antidepresivos porque el tratamiento de la alopecia (¿es una enfermedad la calvicie de un varón?) no estaba dando resultados esperados, y he visto y veo a demasiada gente anestesiada de la realidad dependiendo del consumo de psicofármacos, de todas la edades, hombres y mujeres.
“Señor, las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres, pero si los hombres las sienten demasiado se vuelven bestias”. Qué gran consejo de Sancho a su señor Don Quijote. Hace cuatrocientos años, en un solo párrafo, Cervantes nos dio un tratado entero de psiquiatría, y nos vino a decir que la vida sin tristeza, si una dosis justa de melancolía, no es vida humana. Es el anhelo de alegría infinita, la necesidad de estar siempre contentos, guapos y perfectos, lo que puede convertirnos en bestias.