Rafael Maldonado – Escritor : Ritos personales

Ritos personales

Rafael García Maldonado | 07/01/2016
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Cada uno tiene sus propios ritos, celebraciones y aniversarios. Hay quien celebra siempre su cumpleaños con una gran fiesta, cumpla ocho o sesenta, y quienes –como es el caso de uno- no lo hicieron ni cuando esas cosas se supone que hacían ilusión. Otros festejan cada aniversario de boda con otro pequeño enlace y hay quienes –como hace una amiga y hacían Savater y su recientemente fallecida mujer- viajan a los lugares donde residieron o escribieron sus autores favoritos. De todo hay, qué duda cabe, pero a uno lo que realmente le gusta y a lo poco que es del todo metódico y fiel es a pasar unos días al año en Lisboa.

Lisboa. Hasta el nombre es maravilloso. Lisboa. Es un nombre que en el caso de uno engloba muchas cosas: Lisboa es mi padre, fascinado por la cuidad en su viaje de novios tras una inevitable y provinciana primera juventud, obsesivo pregonero de las bondades y delicias de tan inagotable urbe en su viajera madurez; Lisboa es Alfama y el proyecto editorial del hermano Antonio; Lisboa es Pessoa, sí, pero sobre todo es Lobo Antunes, acaso el escritor y psiquiatra que más ha influido en uno hasta la fecha; Lisboa es mi propia alegría, mi entusiasmo por viajar y conocer el mundo, mi estado de ánimo perfecto; Lisboa es el mar, los descubrimientos, la navegación, los viajes, las naves y la ilustración; Lisboa es Mariló y nuestra sana rutina de visitarla cada año, la mejor manera que tiene uno de demostrar lealtad. Este año Lisboa ha sido también un regalo de Reyes.

Reviso mis notas –las notas que uno toma siempre cuando viaja y cuando no lo hace- y se da uno cuenta de lo que cunden unos días. Nada tan espléndido como enseñar Lisboa a gente que no ha ido nunca, impagables las caras, los asombros, los superlativos ante cada calle o vista panorámica. Este año, además de la ciudad, visité la vieja ciudad de Beja, tan monumental como desierta y verdaderamente triste. Tristeza auténtica, no la que se le supone a Lisboa – que algunos prefieren llamar saudade-, la que siempre nombran quienes (como decía Argullol el pasado día) viajan de una manera no cosmopolita, para acumular y hacer fotos.

He tenido tiempo para escribir un soneto.

 

LA CIUDAD TRISTE

Dicen los que saben que es tristeza
lo que sienten quienes pasan por sus calles,
caminantes lisboetas, turistas, la bajeza.
Ominosa coincidencia, sabotaje, mal se hallen.

Alegrías diferentes, saudades pasajeras,
eternos cafetines de Pessoas y libreros.
Mujer guapa, madura y con ojeras
cantó Mísia de Lisboa, mundo entero.

Terremotos que sacuden las conciencias,
que exportan ilustración y algún seísmo,
nobles pombalianos, Eça, Lobo Antunes.

Quiero no marchar ni ser ausencia,
vivir entre Alfama y mi yo mismo,
ser portugués, no ser nada, vuelvo el lunes.

 

No sé cuándo ni cómo iré el año que viene a Lisboa, sólo sé que volveremos.

lisbaguas

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