Rafael Maldonado – Escritor : Marías: genial y fallido

Marías: genial y fallido

Rafael García Maldonado | 20/03/2021

 

 

maríassss

 

 

 

 

 

 

 

 

 

(Esto no es una reseña: lea sólo si ya ha leído la obra o no piensa hacerlo)

 

Quien me lee sabe que soy amigo de las exageraciones y las boutades, de la pura y divertida provocación. Me habrán oído decir más de una vez que en Iberia sólo quedan dos novelistas de los grandes, de los de verdad, de los que tanto abundaron en el siglo XIX en Europa: Javier Marías en España y António Lobo Antunes en Portugal. Si con éste tengo una relación de alumno empollón que toma notas en primera fila, con aquél me une la adoración por Juan Benet y un gusto grande por la subordinada y por temas como el secreto, el amor y la muerte.

Me faltan por leer pocas obras de Marías –El siglo, Travesía del horizonte y el último tomo de la larga trilogía de Tu rostro mañana–, y es un escritor que me gusta mucho, aunque nunca me haya generado un gran entusiasmo lector. Me consta que no soy el único que goza pero sin una gran pasión. Pero lo cierto es que he ido rápido a por Tomás Nevinson, que acaba de publicar Alfaguara casi cuatro años después de su novela ‘hermana’ Berta Isla, y que –cómo no– me gustó sin más, sin frenesí. He leído, eso sí, en una semana sus casi 700 páginas.

Tomás Nevinson tiene todos los ingredientes de una novela canónica y de interés para un público amplio, buscado adrede, pero tiene a mi juicio demasiadas pegas, fallos garrafales de verosimilitud que convierten una novela espías en algo muy diferente: un agente secreto debe aclarar la identidad de una mujer irlandesa que colaboró con ETA en el atentado de Hipercor y eliminarla, una vez sepa cuál de las tres que el CESID tiene como probables es ella. La trama, el plot, es bueno, y las páginas fluyen bien durante el primer tercio, tan en la línea de Berta Isla. Prosa elegante, reflexiva, hipotáctica, llena de digresiones sobre la moral, el secreto, la identidad, el amor, la muerte y lo complejo de la condición humana, pero los problemas llegan cuando Nevinson llega a Ruán (se le da ese nombre a una ciudad que podría ser León, incluso Ponferrada) a buscar a la mujer, a la vieja terrorista en cuestión. Aquí empieza el trazo grueso, el diálogo zafio, la caricatura de personajes (el constructor facha con sus amigos señoritos cazadores, el periodista estrafalario y culto que recuerda en sus secretitos al De Vito de LA Confidencial, el camello con pinta de rockero, el político corrupto vanidoso con gomina, la mujer gordita atractiva, la guapa que atrae sin saber por qué) y la absoluta inverosimilitud, desde las cámaras que el CESID instala en las casas de las tres mujeres hasta la relación que establece Tomás Nevinson con ellas (tan fácil, tan tramposa).

La trama, como digo,  no puede tomarla nadie en serio, llena de trampas, vastas elipsis y una exigencia de credulidad al lector que quizá resulte demasiado. ¿Cómo alguien, un tipo guapo y medio inglés, se introduce tan rápida y fácilmente en una ciudad provinciana? ¿Profesor de colegio a dedo sin que nadie haga preguntas en ese centro ni en toda la ciudad? ¿Establecer contacto –incluido el sexual– con tres objetivos de los servicios secretos  en un tiempo tan escaso?

Hay además mucha paja sobre ETA, como de Informe Semanal (páginas y páginas sobre atentados conocidos por todos, como el de Miguel Ángel Blanco, que hará de grosera ‘prueba’ para saber cómo reaccionan las mujeres y así delatarse), alguna sobre el IRA y guiños a la predecesora Berta Isla, en concreto a una escena, la peor y más tosca de aquella novela, en la que unos matones de edad provecta amenazaban al hijo de Berta y Tomás con un mechero Zippo en su propia casa.

En definitiva, y aunque el final es también flojo, es una buena novela, excesiva en páginas y minada de citas y frases célebres que irritan más bien, y que parecen más propias de un nuevo rico cultural, queriendo decirle a todo el mundo cuánto sabe, que de un narrador –Tomás Nevinson– más o menos culto y reflexivo.

Aun así, sigo diciendo que Marías es el mejor novelista de España, algo que quizá no sea un mérito del autor madrileño, sino un demérito de todos los demás.

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