Los ofendidos, de Ignacio Arrabal
EL MAPA DEL MAR
Los ofendidos
Ignacio Arrabal
Editorial Anantes, 2021
104 páginas
Ignacio Arrabal (Sanlúcar, 1973) comenzó su vida literaria en la poesía, y por eso mismo sabe que la literatura es la palabra justa, el uso maestro del lenguaje para emocionar al corazón humano y buscar la verdad, no un simple método de contar historias ni de entretener a la gente. Después de una época, como decimos, de bardo sureño con honores, se afanó en la búsqueda de una novelística somera y barroca donde, entre otras cosas, late una obsesión grande por la ficción, sus poderes y las infinitas posibilidades, incluido el desdoblamiento, la forja de realidades e incluso la posibilidad de trascendencia. Como lector obsesivo de Pessoa –es coleccionista de ediciones del Libro del desasosiego, a juicio de quien escribe uno de los cinco mejores libros de la historia de la Literatura–, sabe que la literatura existe porque la vida no basta, y con ello como estandarte nos ha entregado en los últimos años obras muy sólidas como El rasgo superlativo y Hasta que sea verano (título que no me gusta y que yo hubiese dejado en su primigenio Los franceses).
Es Los ofendidos una nouvelle, una novela corta donde la prosa y su densidad, su riqueza, se hacen casi intolerables; minada de metáforas, símiles y aciertos expresivos: no hay una sola frase en las escasas cien páginas que se sitúe fuera de la literatura. Un pueblo decrépito y en ruinas es el escenario de esta obra compleja y extraña, sombría, donde la muerte, los sueños y la imaginación (la ficción como asidero, tan de Arrabal) tienen más importancia que la vida, una vida que solo se nos muestra bajo la inocencia, anhelos e ilusión de dos chavales obsesionados con la presencia de un forastero, Lerma, que es único del pueblo desolado que conoce el mundo y sus infinitas posibilidades.
Juan Benet dijo que escribir una novela con argumento era muy sencillo, que lo difícil era hacerlo sin argumento. Es el caso de esta novela, cuya única trama es la fuerza del lenguaje y su capacidad para explorar las incertidumbres de la existencia, lo que no se muestra a la razón, y una manera de intentar traspasar la membrana que conduce de la insuficiente y angustiosa realidad hacia el territorio sagrado de la esperanza y el sueño de otra vida mejor, más rica. Arrabal usa la metáfora que da título a esta reseña, el mapa del mar, acaso el del territorio que soñamos cuando leemos buenas novelas.
Creo que era Pavese el que dijo que la literatura era una defensa para las ofensas de la vida, pero a mí estos ofendidos de Ignacio Arrabal me llevan al otro lado del Atlántico: podría ser ésta la novela que Juan Rulfo no pudo, no quiso o no supo escribir tras Pedro Páramo.
Rafael Gª Maldonado, abril de 2021