Martes, 18 de noviembre de 2015
Desde hace unos cuantos años, cinco o seis, no más, tengo la necesidad casi compulsiva de escribir. No sólo novelas, cuentos y artículos de opinión, sino cualquier cosa que me ocurra o vea: notas en cada viaje, los días intensos, la película o el libro que me han emocionado, una guardia laboral, un extraño y sorprendente sueño, etcétera. De esta necesidad de escribirlo todo nació hace ahora dos años lo que yo he titulado Tribulaciones y sueños. Diario de cabotaje. Desde esa fecha, mes arriba, mes abajo, vengo siendo un fiel escritor de diarios personales. Los escribo a mano, a pluma, con tinta azul, al principio en libretas con publicidad de medicamentos y más recientemente en cuidadas agendas, en las que intercalo dibujos, acuarelas y recortes de prensa y revistas. Son ya unas cuantas las rellenadas, y no es necesario que diga que no todo lo que en ellas escribo (una o dos cuartillas al día, aproximadamente) pueda o deba ser publicado.
El hecho de escribir, la necesidad tiránica de hacerlo, tiene en los diarios de uno algo de secreto e íntimo, todo lo contrario que las novelas, que uno quisiera que fuesen leídas por hordas infinitas de lectores entusiastas. Los diarios son una terapia, un analgésico cotidiano; pero algunas de estas reflexiones si las haré aquí, en voz alta, sobre todo las que estime de mayor interés o calidad literaria. Sin pretensiones de influencia ni moralización, porque me gusta recordar que yo no soy ni pretendo ser un intelectual, sino un simple boticario lector que accidental y felizmente escribe novelas. Un ciudadano al que le interesa y apasiona contar historias y la vida que va viviendo, aderezada con el venerable poso que las lecturas dejan en su memoria.
El cuaderno de bitácora es el cuaderno que los marinos usaban en las guardias para anotar lo que sucedía en ellas: estado del mar, de los vientos, avistamiento de otras embarcaciones, estrellas, etcétera. Y el cabotaje, término también muy marinero, es una navegación cercana a la costa, normalmente entre puertos del mismo país.
Valgan estas dos metáforas náuticas, junto con las tribulaciones que a todo hombre lúcido atormentan, para dar nombre a esta sección.
Sé bienvenido, amigo lector.